Cuando entró repentinamente y vió esa mano curtida, grande, pertrechada con anillos, sellos, y toda clase de metales, suavemente deslizándose por la pequeña cabeza de su pequeño, le invadió un pánico desconocido hasta entonces.
Sin dudar un solo instante, dijo: "Buenas, venía precisamente a decirle que: este niño, -arrebatándoselo con firmeza-, es mi hijo y que no podrá seguir dando la catequesis, porque sintiéndolo mucho, tenemos que trasladarnos por motivos profesionales.
El rapto había sido abortado, -pensó, resoplando-
No hay comentarios:
Publicar un comentario