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sábado, 19 de julio de 2014

Un lugar entre el cielo y el infierno

Juguetea rítmicamente sobre la cama. Desnuda. Limpia. Su bonito cuerpo se exhibe orgulloso, seguro, escoltado por un ejército de hormonas, listas para la feliz batalla. Con los pies enredados en el cabezal, espera su regalo, ansiosa. Imaginando como se deslizará el aceite, con el que él ha sacado a pasear sus deseos más prohibidos, alimentados durante todo el día, en forma de palabras...

El pasado le visita continuamente, con una regularidad creciente. Último consuelo donde se agarra el presente en un mítico acto de supervivencia.

El trayecto es corto, solo lo que tarda en cruzar el pasillo, con un arco iris de pastillas, el tensiómetro y ungüentos para las llagas, fruto estas, del apoltronamiento en un lugar que tiempo atrás, fue la expresión animal de ambos, en el inevitable descenso que dibuja la salud, cuando esta viaja, desde las más bellas alturas hacia un terreno que me es imposible describir.