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martes, 8 de septiembre de 2015

Decisiones

Siempre estuvo abierta. Más nunca sabremos el porqué. El bello y fiero animal, se paseó por cada centímetro de la jaula y jamás fue consciente de que el tiempo le pertenecía. Sin causa aparente, un día, salió por la puerta y velozmente se perdió en un punto del horizonte.
Su largo cautiverio mermó su capacidad hasta límites que solo la bestia sabría calcular. Aún así, imaginé cada uno de los movimientos que tantos días estuve ideando en mi vaga idea de transitar por los caminos que no consigo recordar.
Las dudas y miedos, acompañaban silenciosas y presentes cada paso majestuoso que la silueta del felino dibujaba en la oscuridad de su decisión. Tenía que ganarse cada palmo de camino. El precio que había pagado en su historia reciente era una tentativa de supervivencia. Nada estaba ya asegurado. Ni la comida, ni su integridad física. Nada.
La vida volvía a ser una complicada aventura y por momentos pensó en volver. Nada era ya todo.
El orgullo le empujó entre brumas en cacerías improvisadas. Descansó cuando el sol empezó a iluminar su nuevo pelaje.
Nunca supe más de él. Tampoco recuerdo nada desde entonces. Es como si el tiempo me hubiera regalado una etapa en la que cada paso era dado con una única e intransferible decisión: la mía.