De niño, una simple cortina era la antesala para trasladarse a otros mundos, el cruzar al otro lado era sentirse protegido, desconectar con lo que pasaba a escasos centímetros. Ya, de adulto, como le hubiese gustado volver a esconderse detrás de una cortina y dejar pasar el tiempo...
A veces yo también busco una cortina tras la que esconderme , creo que todos tenemos esa necesidad
ResponderEliminarTodos tenemos algún día de estos. Aunque la cortina solo prorroga el problema, pero sigue ahí, acechando. Un beso, Belén.
ResponderEliminar