Eran días turbios en el olimpo. Apolo, no paraba de encomendar tareas a Mercurio. Este, siempre presto, iba y venía portando la información. A veces, para distraerse cambiaba palabras y el orden de estas. Casandra, -la ninfa más deseada por el dios de la belleza-, se enamoró de lo que un día escuchó por boca del dios volátil y quiso retenerlo allí, con ella. Apolo viendo que tardaba salió en su busca y al verlos juntos, enfureció de vanidad, disparando con su arco siempre certero y calló sus palabras para siempre.
Hay Apolos en la prensa, en el trabajo y hasta en casa. Ayer descubrí uno que me miraba fijamente en el espejo.
ResponderEliminarMuy agudo, Cormorán. Ese espejo tuyo es mágico, tendrás que presentármelo algún día. Saludos.
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