Su vida estaba cambiado y sus preferencias movían registros hacia puertas entornadas o levemente cerradas en capítulos pasados. Arreglando su estudio, llegó a sus ojos un antiguo papel que ahora reconocía cargado de esperanza. Repasó cientos de veces la grafía de aquél número telefónico, tantas veces denostado y finalmente apartado en el sombrío rincón del olvido. Su semblante, marcó una mueca que invitaba a la complicidad.
Decidió no llamar, sabría donde encontrarla. Las sorpresas alimentadas en el hedonismo, dibujaban una actitud sincera, completamente libre.
Flores frescas y dos entradas al teatro, no fueron suficientes, para que una amalgama de fatalidad le impidieran verla una vez más.
Y aunque lleguen a fraguarse siempre estarán regidas y supervisadas por las primeras. Como un yugo de forja indestructible que perdurará hasta el último día. Segundas partes...
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