Entre pesimista y desesperado, accedí al consenso generalizado de mis amistades más cercanas y visité al psicólogo. Excepto en la presentación, me encontré más solo que nunca. Le pagué y salí todavía aturdido por el soliloquio absurdo que acababa de soltar.
Con un caminar estrambótico, puse rumbo al infinito. Calles extrañas y solo en medio de la nada. Levanté el rostro ante un haz de luz. Estabas quieta, sonriendo, como solamente tú sabes hacerlo.
El mundo despertó y la sangre volvió a mis ojos.
No hay mejor tratamiento para el ser humano que la naturalidad de sus semejantes. Ni profesionales de la mente, ni la química ni cualquier otra gaita. Un roce, un café, un brazo por el hombro...eso es medicina pura.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias, Cormorán, por tu tiempo, por tus palabras siempre tan próximas y acertadas.
ResponderEliminarSomos seres sociales, hasta el ego más solitario necesita contacto con sus semejantes.
Nunca he ido a un psicólogo, pero de seguro que me aplicaré ese otro tratamiento cuando haga falta. Nada como la amistad y la pasión para sentir la vida.
ResponderEliminarUn saludo, Veintiuno.
Yo tampoco, Luis. Intuyo que es como última instancia, agotados todos los recursos naturales que tenemos para resurgir.
ResponderEliminarGracias por tu visita. Un saludo.