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miércoles, 24 de agosto de 2011

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La última tarde, del último verano que pasaron sus hijos con él, intentó jugar con ellos. Pero no le entendieron. Habían crecido demasiado.

2 comentarios:

  1. Amigo 21, Daniel, a veces los que que vamos siendo maduros, volvemos a los juegos del pasado año, que salieron tan bien, mientras que la savia nueva busca nuevas enredaderas que les empujen a lo más alto.

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  2. Es una lectura muy interesante, Francisco, aunque mi intención era la de mostrar el contínuo aplazamiento del juego con los hijos, creyendo que el tiempo no tiene límites y llega el momento que estos toman su rumbo y nos muestra la triste realidad: se hacen mayores y caemos en la cuenta de todo lo que hemos perdido y jamás volverá.

    Es todo un placer verte por aquí.

    Un sincero abrazo.

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