Fue al abrir el armario, cuando recordó la cínica media sonrisa de su
médico, al prometerle una estancia plácida y sin sobresaltos en la nueva
residencia. No tuvo ni un solo
gancho de percha que echarse a la boca
en su pequeña manía, de que sus hijos lo querían pescar y macerar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario