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viernes, 22 de julio de 2011

Jugar con fuego

Todos los viernes llegaba tarde a casa. La reincidencia proyectó una costumbre. Mientras, ella, se sentía amada, pero muy sola. No tenía otro sentimiento más a la mano de su pareja. Arrogante y hermosa; llamó a un amigo de su marido y quedó con él. En la puerta del local de intercambio de parejas, tomó aire y entró con el rostro cubierto. Él anónimamente, la eligió, e hicieron el amor los cuatro. Volvieron como salieron. Nunca buscaría fuera lo que tenía dentro. Ella empezó a llegar tarde los martes.



2 comentarios:

  1. Situaciones provocadas por un montón de convencionalismos inamovibles de orígen religioso, que han calado en la forma de organizarse la sociedad, así como los límites que se han impuesto sobre las posibles manifestaciones de la afectividad entre las personas ¿no?
    Estuve días en un lugar de flojera para internet, y no te he visitado por eso.
    Un abrazo

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  2. Hola Luis. Es interesante soltar el yugo digital para comprobar que seguimos siendo nosotros. Está bien desconectar, ya lo creo.
    Las costumbres se hacen leyes y derrumban rutinas pre-establecidas que limpian o ensucian para siempre los límites que nos marcamos apoyados en la sociedad y en la educación recibida.

    Saludos.

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