No era un sábado más. Él se lo imaginó como el primero y último de un
otoño atípico. Como el principio y final de una larga etapa gris. Todo
empezó en una estudiada despedida. Compró castañas calientes como
preludio de la última velada. Sembrada sobre el más humillante de los
propósitos. Todo le salió del revés. Cuando quiso evitar, encontró.
Restar nunca fue tan positivo. Tanto que al asomarse desde el puente,
lloró amargamente. Pensó que cruel era su destino mostrándole las mejores vistas
como epitafio.
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