Envuelto en la densa maraña de los días olvidados, camino
firme, sin acaso mirar atrás; como corresponde a una voluntad cautiva de sus
compromisos. Vadeo los campos llenos de esplendor sin poder contemplar la hermosura única de un nuevo día. Cruzo los
ríos sin escuchar su mensaje, adentrándome en tonalidades grises donde la
soledad intenta hacerme creer que es mi compañera.
No estoy en mi terreno, pero el instinto de supervivencia de
mi especie, adapta mis garras y colmillos a los relieves ficticios del firme,
donde tengo que luchar en un ambiente hostil disfrazado de multitud mansa y
cautiva, de tantos miedos, que no reconocen el origen de esta espiral que
conduce a la inmensa nada.
La brevedad del ser.
ResponderEliminarMuy bien narrado veintiuno.
Un abrazo.
Cuando nos sentimos solos, avanzamos sin saber y sin preocuparnos por ello. Avanzamos sin tan siquiera esperar nada de ese avance, sin planteamientos. Ni ese avance que es señal de nuestra propia vida nos importa.
ResponderEliminarEs una nueva situación, narrada desde la intimidad del observador. El sistema te atrapa y forja una persona nueva, a años luz de lo que nos gustaría realmente ser y realizar.
ResponderEliminarGracias por la visita.
Saludos.