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martes, 14 de junio de 2011

Guijarro

En el transcurso de una tormenta, de madrugada, no pudo aguantar más y sin despedirse, cayó acantilado abajo. Rápidamente se vio baqueteado, arrastrado, humillado hasta la extenuación. El mar fue su maestro en la forja de una nueva identidad. Una mañana soleada pasados muchos años, descansó al fin, en manos de una niña.


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