Y llegó ese temido día. Aquel en el que la vida le pedía algo más. Mirando lo que dejaba atrás, buscó y no encontró a nadie, ni cercano, ni en la memoria más profunda. Lentamente, empezó a caminar entre perspectivas desconocidas. A su paso, tantas puertas como opciones...
Empezar, no es fácil cuando llevas sobrepeso. Aprender a ser liviano es la primera orden para este viaje de vuelta sin retorno. Nada de lo que va consigo es imprescindible, excepto el esfuerzo y su catalizador de sueños. Es allí donde residen todas las llaves que anhelo.
Precioso canto a la recreación de los anhelos.
ResponderEliminarUn abrazo grande, Daniel.
Alrededor de tanta basura, es un filón al que agarrarse...
ResponderEliminarSaludos, Albada. Un fuerte abrazo.