Los siglos han dibujado en su piel, escenas únicas que el tiempo olvidó y, con él, a los hombres y mujeres de esta esquina que, cansada de vivir, se reinventa una y otra vez para no perder su memoria.
Es mi tierra... la que me vió nacer y de la que formo una indivisible parte. Orgulloso y altivo, reclamo mi origen, del que nadie me puede confundir mientras mi voluntad flirtee con legiones romanas y la leyenda de Anibal.
Sus pesadas espadas me marcan que todos los caminos son posibles, con hermosos escudos combatiendo a todos los vientos, nacidos estos, en aquellos confines donde los dioses sueñan con ser humanos y perecer habitando el corazon del universo.
Es solo un trozo de tierra más, pero... su longitud y latitud las llevaré siempre escritas en el alma.